Nunca estuvo más claro Morris Berman que este año, al escribir Localizar al enemigo: mito versus realidad en la política exterior de los Estados Unidos. Un texto ferviente, escrito con una pasión que sólo a veces acompaña a la inteligencia. Su lectura del alma americana -norteamericana- la desviste con un humor negro que corre a alta velocidad entre líneas: desde los primeros colonos en el nuevo continente, la idea gringa fue que Norteamérica era el punto omega de todas las virtudes. Todavía los estadounidenses están mal informados. Ese mismo complejo de superioridad moral explica sus errores, asegura Berman. Alguien describe a la historia como lecciones de sicología mediante ejemplos, y Estados Unidos, dice, el país que nunca aprende, ha sido creado a partir de una identidad negativa. La identidad negativa es aquella por la cual te defines a partir de lo que no eres. En consecuencia, no se puede vivir sin un enemigo. La gran mayoría de los norteamericanos creen que deben democratizar al mundo. Por la fuerza, si es necesario. Esa misma mayoría cree que ayudan al mundo: Estados Unidos destina 2,5% de su presupuesto a la ayuda internacional, pero el público de las encuestas está convencido de que gasta 25%. La muerte de dos a tres millones de campesinos vietnamitas, las intervenciones en Guatemala y en Chile (por decir lo menos) y luego la caída del muro de Berlín, el fin de la guerra fría, nos dejó flotando en la perplejidad, dice Berman. Utilizábamos a la Unión Soviética para llenar un vacío interior.
Bush padre estaba completamente confundido y trató de llenar el vacío hallando otra guerra. Primero fue la llamada guerra contra las drogas, que costó 20 mil millones de dólares y no condujo a nada; después vino un remedio temporal, la guerra del Golfo en 1991. Hasta el 11 de septiembre de 2001, el fatal 9/11.
Después de todo, en los Estados Unidos se marca 911 en casos de emergencia; el simbolismo es bastante evidente. Hasta esa mañana en Nueva York, daba la impresión de que la mayoría de los americanos, cuando no veían por televisión el juicio de O.J. Simpson, o el del mismo Clinton, deambulaban por ahí, buscando llenar el vacío yendo de compras. La guerra de Irak fue un gran engaño precocinado, afirma además. Pero en la democracia estadounidense, disentir no es patriótico. Edad oscura americana, de Morris Berman está por llegar a Chile, y este ensayo anticipa lo que será su lectura. Es un comprimido.
Bush padre estaba completamente confundido y trató de llenar el vacío hallando otra guerra. Primero fue la llamada guerra contra las drogas, que costó 20 mil millones de dólares y no condujo a nada; después vino un remedio temporal, la guerra del Golfo en 1991. Hasta el 11 de septiembre de 2001, el fatal 9/11.
Después de todo, en los Estados Unidos se marca 911 en casos de emergencia; el simbolismo es bastante evidente. Hasta esa mañana en Nueva York, daba la impresión de que la mayoría de los americanos, cuando no veían por televisión el juicio de O.J. Simpson, o el del mismo Clinton, deambulaban por ahí, buscando llenar el vacío yendo de compras. La guerra de Irak fue un gran engaño precocinado, afirma además. Pero en la democracia estadounidense, disentir no es patriótico. Edad oscura americana, de Morris Berman está por llegar a Chile, y este ensayo anticipa lo que será su lectura. Es un comprimido.
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