El carácter polisémico del término subjetividad, ha llevado a configurar una especie de ambigüedad conceptual y esto sucede porque el concepto adquiere un sentido según el medio en el que se lo emplea. En las teorías filosóficas se observa la presencia de los conceptos de subjetivismo y subjetividad, estrechamente emparentados, relacionando el primero relacionan con la subordinación de la realidad al pensamiento y se emplea en contraposición con el de objetivismo. En el mismo contexto, es decir, dentro de las concepciones filosóficas, el Diccionario de Filosofía de Abbagnano, define el subjetivismo como “el carácter de todos los fenómenos de conciencia, o sea, tales que el sujeto los refiere a sí mismo y los llama “míos”. Otro aporte acerca del concepto de subjetivismo, lo trae Ferrater Mora, afirmando que el subjetivismo “…es la acción y efecto de tomar el punto de vista del sujeto. El sujeto puede entenderse como un sujeto individual, como el sujeto humano en general o como el sujeto trascendental en el sentido kantiano”. Con relación al segundo término es posible agrupar una pluralidad de acepciones, que intentan definir la subjetividad, en la siguiente “la subjetividad se refiere a la singularidad de las experiencias”, es decir, las experiencias son únicas para la persona que las experimenta, son sólo accesibles a la conciencia de esa persona. Aunque ciertas partes de la experiencia son objetivas y accesibles a cualquier otro, otras son sólo accesibles a la persona que las experimenta. Surge acá preguntarnos ¿qué es la experiencia? Es posible definirla como el cúmulo de hechos vividos que nos constituyen y acompañan durante toda la vida.
Las experiencias pueden ser gratificantes o displacenteras. Cuando hablamos de experiencias estamos haciendo referencia a las experiencias familiares, laborales, espirituales, enriquecedoras, dolorosas, reiteradas, inéditas, etcétera. En cualquiera de las situaciones mencionadas, el registro de la experiencia se concreta desde lo subjetivo, lo individual, lo propio y personal, lo diferente del otro, que nos distingue y caracteriza. Una misma experiencia vivida por sujetos diferentes, adquiere valores únicos en cada uno; la carga emocional adjudicada es dada por quien la vive y sólo comprendida por él/ella.
A partir de lo que hemos venido desarrollando, podemos comenzar a aproximarnos al concepto, recurriendo a distintas formulaciones sobre el contenido y alcances de lo que se ha denominado subjetividad. El concepto de subjetividad es entendido como “el conjunto de percepciones, imágenes, sensaciones, actitudes, aspiraciones, memorias y sentimientos que impulsan y orientan el actuar de los individuos en la interacción permanente con la realidad” (Grajeda, 2001 – Durán, 2006). Esta concepción es retomada y caracterizada como “una disposición interna que el sujeto ha construido de una forma personal y social, a partir de su interacción con el entorno inmediato y el entorno ampliado” (Davini, Liston y Zeichner).
La indisoluble relación entre subjetividad e identidad se pone de manifiesto en la siguiente expresión que afirma que “la noción de identidad se estructura sobre la pregunta ¿quién soy? y ¿quién soy frente al otro?, la identidad se reconoce como un proceso constituido por prácticas con un significado cultural, ideológico y social, es decir, somos en razón de nuestra historia, nuestras prácticas y el significado colectivo que éstas adquieren, estas evidencias se reflejan en las formas de hacer, de hablar, de pensar, de concebir el mundo, de organizar su vida en espacios y tiempo” (Aguado y Portal, 1991).
En estrecho vínculo con la identidad docente, es posible mencionar que “la formación es concebida como el proceso de construcción del sujeto, mediante el cual se va adquiriendo o transformando capacidades, formas de sentir, de actuar, de imaginar, de comprender, de aprender” (Gilles Ferry, 1990), esto implica que la identidad docente se convierte en el entrecruzamiento de subjetividades, a partir de lo personal, lo institucional, lo laboral y lo cultural.
“La subjetividad se define como el resultado del encuentro de los impulsos primitivos del ser humano, con las exigencias de su entorno social. Hablar de la subjetividad es hablar de la condición de los sujetos, de su índole, de sus peculiaridades,
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